La inquietante perfección de la obra de Fernández produce una necesaria comunión entre la sorpresa y la belleza. Al fin de cuentas lo bello es lo que sorprende.
La inquietante perfección de la obra de Fernández produce una necesaria comunión entre la sorpresa y la belleza. Al fin de cuentas lo bello es lo que sorprende.
La poesía nunca ha dejado de existir. Ahí están, para prueba de
ello, las obras de este joven maestro del arte mexicano
contemporáneo: Ricardo Fernández.
Son las auténticas voces del silencio que fue pretensión de Malraux
y desvío de los surrealistas.
El arte del pensamiento nos lleva, sumerge, inunda, congela, vibra,
inconforma, reconforta, hacia el océano de la duda.
En verdad estamos en las visiones de este artista que dialoga con
los espectadores en el silencio de la iglesia, de la cripta, ante el
cadáver que es vida y una y mil muertes, es esperanza y es visión
de la inexistencia de la realidad.
Pero avasalla la poesía interior. Ahí está y se debe tener el valor de
profanarla, de arrebatarla al lienzo y hacerla nuestra y de nadie
más.
Ricardo Fernández es un pintor de suficiencia. Imposible negarlo.
Su obra lo confirma. Debemos observarlo a futuro inmediato.
Es el arte de los prodigios y es el arrebato nocturno, junto a la
almohada. Es introducción hacia la luz y la verdad. Para que decir
algo más....
Alfonso de Neuvillate
México, DF., 2004
La inquietante perfección de la obra de Fernández produce una necesaria comunión entre la sorpresa y la belleza. Al fin de cuentas lo bello es lo que sorprende.
ResponderEliminarLa inquietante perfección de la obra de Fernández produce una necesaria comunión entre la sorpresa y la belleza. Al fin de cuentas lo bello es lo que sorprende.
ResponderEliminarInpactante!
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